jueves, 18 de febrero de 2010

Niños malos y alemanes

¿De dónde surgió la maldad de algunos de esos hijos? ¿Nacieron con ella? ¿La hicieron brotar sus padres? ¿No habría chicos así en todas partes de la Europa de aquel tiempo, cuando la Gran Guerra aún no se había anunciado? ¿Solo en Alemania podría haber surgido el nazismo? ¿Qué clase de niños fueron los serbios que masacraron a los varones de Srebrenica?

¿Por qué el hombre se reprime? ¿Y qué emociones debe reprimir? ¿Dónde está el límite? ¿Qué hace diferentes unos sentimientos de otros? ¿Los buenos de los malos? ¿Por qué tienen que ser todos humanos?

La timidez y la sinceridad, casi infantil, me atrae. El deseo de cuidar, la ternura de acariciar, el poder de proteger. Y su cara me recordaba a la de ella, cuando su gesto y su pensamiento coincidían en quererme. Ahora, no es así. Cambió. Pero prefiero el recuerdo del pasado a la mezquindad del presente. Prefiero lo bueno.

miércoles, 20 de enero de 2010

Tom & Kinski

Fue un sábado que me retrotrajo a los noventa, aunque no fui consciente durante las dos horas que estuve escuchando la música de dos grupos cuyos componentes - me temo - no me superaban en edad.

Las guitarras echaban ruido y planeaban sobre la melodía y la letra de cada canción de amor - pues de amor debían de ser todas, claro, aunque no entendiera bien lo que decían.

Solo me distrajo más de lo normal - que lo normal son los gafapastas con chicas, las jovencitas, los amigos fuertotes y sanotes, las novias delicadas y pijas, las mujeres desatadas - digo, la rubia bajita con más boletos de ser alumna que profesora y los dos paisanos casuales y enrollados. Una cerveza para bailar con los del otro lado de la ría y otra para los de la huerta sin agua.

Los primeros, dos guitarras y batería masculina y bajo cantante femenino, a los que no había oído, me gustaron. Claro, sonaban a lo que a ellos y a mí nos empezó a gustar hace quince años. Y los segundos, razón por la que había comprado la entrada, variaron más veces el compás y los sonidos. Y también me gustaron. Tanto como la ironía desganada de la vocalista. ¡Qué no le harían de pequeña en la escuela!

Lo mejor fue que todo se retrasó una hora y así fue que salí una hora más tarde al encuentro de mis amigos. Y no lo digo por ellos, claro, sino por el lugar donde me uní a ellos. Que tanta bufanda después de una victoria épica no me molestaba - yo siempre seré de mi equipo, y quizá sea esto el único ejemplo de amor romántico real. No. Simplemente, ocurrió que ver tantos hombres en busca de mujeres y tantas mujeres en busca de hombres, muchos vestidos de hombres, hombres y muchas vestidas de mujeres, mujeres, trajo a mi pensamiento esa teoría culinaria sobre el punto de cocción del arroz aplicable a ciertas relaciones humanas.

Y eso hizo que sintiera una pereza y una desilusión tremendas.

martes, 19 de enero de 2010

Sexo antediluviano

El que tenían los dinosaurios. Mañana hará una semana desde que descubrí otra vez aquello que - quizá - siempre he sabido, pero me resisto a aceptar.

Que un hombre - la mayoría - desea a las mujeres - cuantas más y más guapas, mejor - para copular y tener hijos que perpetúen sus genes.

Que las mujeres - la mayoría - desean, tarde o temprano, tener hijos. Y que lo harán con aquel hombre que esté en el momento y lugar adecuados junto a ellas.

Que hay solteros por convencimiento, por afición y por falta de decisión.

Que las probabilidades de enamorarte de la persona ideal son ínfimas.

Pero, ¿qué es lo ideal?

Enamorarse y desenamorarse. Hacer el amor y follar. Naturalmente. Pero a mí me engañaron culturalmente. Y todavía me lo creo. Me parece tan bonito...

Trío mediterráneo

Y después de tantos días - han pasado dos domingos - no son tantas las opiniones que pueda verter ahora sobre el asunto. Me refiero a si sería capaz de compartir a una mujer con otro hombre. Que supongo que sería posible, pues siempre he creído que incluso aquello que es muy improbable puede ocurrir.

En el Mediterráneo que, hoy, es poco probable que disfrute como lo hacían la cocinera, el vendedor de pisos y el camarero. Con niños que crecen. Con amores que pasan y vuelven porque nacieron para quedarse.

Fue una tarde agradablemente nostálgica de un futuro que es pretérito.

sábado, 9 de enero de 2010

Quiero una mañana

Quiero despertarme en mi cama temprano,
girar el cuerpo, encontrarte dormida,
levantarme, andar hasta la cocina,
abrir el grifo, verter agua en un vaso.

Quiero asomarme a la ventana tranquilo,
espiar las nubes, los tejados, las casas,
la gente en la calle, volver la mirada,
recordar esta noche que no te he pedido.

Quiero una mañana en que sentirme vivo
signifique poder despertar contigo.

Quiero desayunar con leche caliente,
galletas, tostadas, untar mermelada,
masticar despacio el rato que pasa,
pensar en los días que tengo esta suerte.

Quiero fregar platos, tender la colada,
sentarme en el cuarto de baño, lavarme,
recorrer el pasillo, no desvelarte,
cuidar del sueño que acaba esta mañana.

Quiero una mañana en que sentirme vivo
signifique poder regresar contigo.

Quiero entrar, vestirme, mirar callado
la luz clara filtrada por la cortina,
seguir su rastro, notar cómo respiras,
quedarme mudo por tu cuerpo tapado.

Quiero cargarme la mochila en la espalda,
girar la llave, no poder abrir la puerta,
escuchar atento, sentir que despiertas,
entonces, besarte con una palabra.

Quiero una mañana en que sentirme vivo
signifique poder caminar contigo.

Noviembre, la revolución

Del arte contra el aburrimiento. No sé qué hay de atractivo en trabajar en un bar sirviendo platos para luego asombrar, espantar, extrañar, conmover a la gente. Pero algo de ello me atrae. ¿Crear? ¿Qué? ¿Para qué?

Podría crear una familia y, también, escandalizar, asustar, sonrojar, hacer reír a la gente.

Escribo porque no actúo, ni pinto, ni esculpo, ni canto. Porque espero que lo lea alguien mientras lo hago. Aunque no haya nadie más.

Por cada abandono, cada momento solo, se inicia una revolución pendiente en mi interior. Pero no la saco.

¿Todo es para nada? ¿Hay algo? ¿Eran los del grupo unos locos?

viernes, 8 de enero de 2010

Penumbra en la tierra

Jack es bueno y generoso y sus preguntas le bastan para seguir viviendo; su curiosidad está satisfecha, pues, para todas, tiene respuesta. Al verle, se diría que no esperase que pudiera amar a otra persona más que a nada.

Sin embargo, se enamora de Joy. Ella le hace preguntas a las que no puede responder. Le descubre otro mundo donde la experiencia es tan importante como las ideas. Y se da cuenta de todo lo que la vida le puede dar y él no ha buscado.

Encuentra la felicidad.

Pero la vida también tiene el poder de quitar. Él alecciona a la gente en sus conferencias; les dice que somos una escultura de piedra cincelada por el dolor, en la que cada golpe nos hace más maduros. Y, a veces, sentimos cuán fuerte puede ser el golpe del cincel.

Joy tiene cáncer. Quiere que él aprenda a vivir sin ella, a no aferrarse a las cosas, a dejar que vengan y se vayan.

Jack no tiene respuestas, ni las recibe de Dios. Y no comienza su aprendizaje hasta que ella deja de estar. Mediante la experiencia.

"El dolor de ahora es parte de la felicidad de entonces. Ese es el trato".