En la tele un miércoles por la noche. William conoce a Anna, famosa actriz, y entre ellos surge un flechazo. Quizá su sonrisa sea demasiado grande como para que me enamore de ella - y bien sé lo que me atraen las sonrisas - pero entro en el juego y me identifico con él. A ello ayuda el hecho de que con dos mujeres ha estado y las dos le han dejado. Y cuando el guionista decide poner en boca del - en ese minuto de la película - afligido librero la afirmación de que las posibilidades de que un hombre y una mujer se enamoren son mínimas, la compasión que siento por mí se dispara. Aunque se preocupe de darnos esperanza con una pareja que demuestra dicha posibilidad.
Los inevitables malentendidos, resueltos incluso con el paso del tiempo, desembocan en un acto esperable de una persona equilibrada, de alguien a quien le importa la salud de su corazón y teme que tantos juegos malabares acaben por afectarle definitivamente. Dice no.
Pero el final feliz exige un sí, incluido el embarazo retratado en un tumbado sobre el regazo de él. Lo que todos - y yo - deseábamos.
El consuelo es que habré de esperar a esa tercera mujer, sea actriz o titiritera. Y saber que dejará su lugar de residencia para venir a vivir aquí.
¿Podría ser que mereciera tanto? Que tampoco me importaría marcharme allí.
Ah, en la vida real, Jeff, el novio actor y machista que tenía la chica, se convierte en el perfecto caballero que la seduce como ningún otro podría hacerlo.
jueves, 31 de diciembre de 2009
miércoles, 30 de diciembre de 2009
Del verano al invierno
"Si no eres Summer, eres Winter", diría Tom a mi coprotagonista, si él saliera de la pantalla de cine. Si bien, sumados los días en que la unión fue real y los que mi cabeza ha seguido recreándose en ella, no hemos llegado a estar 500 días juntos. Por desgracia, nunca he necesitado estar muchos días con una chica para pensar en ella cuando se ha ido. Por propia voluntad.
Ella, aunque dijera que no, se ha convertido en Summer. Cierto que fue Autumn durante el otoño pero, ahora que ha llegado el invierno, la realidad se ha hecho carne en forma de un tío que es un 'conquistador magistral'. Odiaría sus clases, yo, que siempre fui alumno modelo.
Un psicólogo me dirá que hago algo mal cuando son ellas las que se alejan. Entre lloros, por la pena que sienten, animando, por la admiración que me tienen. Y yo me pregunto: "Si me quieren y me admiran, ¿por qué se van?". Quizá nunca se fueron; simplemente, permanecieron en su sitio. Tan lejos como mil kilómetros o tan cerca como seiscientos. Y ellas, prácticas, dirán: "Si no te veo al volver a casa, ni me puedes abrazar, ¿dónde quieres estar?".
La confianza, la que no me dan. La de dar tiempo para arreglar las cosas. Yo soy lento. Las distancias, largas.
Ella, aunque dijera que no, se ha convertido en Summer. Cierto que fue Autumn durante el otoño pero, ahora que ha llegado el invierno, la realidad se ha hecho carne en forma de un tío que es un 'conquistador magistral'. Odiaría sus clases, yo, que siempre fui alumno modelo.
Un psicólogo me dirá que hago algo mal cuando son ellas las que se alejan. Entre lloros, por la pena que sienten, animando, por la admiración que me tienen. Y yo me pregunto: "Si me quieren y me admiran, ¿por qué se van?". Quizá nunca se fueron; simplemente, permanecieron en su sitio. Tan lejos como mil kilómetros o tan cerca como seiscientos. Y ellas, prácticas, dirán: "Si no te veo al volver a casa, ni me puedes abrazar, ¿dónde quieres estar?".
La confianza, la que no me dan. La de dar tiempo para arreglar las cosas. Yo soy lento. Las distancias, largas.
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